Llegué al Estadio Azteca como a las dos de la tarde, ya a esa hora había bastante gente en la Puerta 1, que es la que da a la estación del Tren Ligero "Estadio Azteca". Inmediatamente hice lo que hago siempre que salgo a superficie, encender un cigarrillo (aunque ahora con muchísima menor frecuencia) y también inmediatamente me puse a intercambiar. Después de los primeros veinte minutos ya tenía como 40 cromos, y como 400 repetidos, y seguí en pos del resto.
Como no llevaba una lista de las que me faltaban, y tampoco una lista de las que tenía, lo que hice fue pegar cada tanda de estampas nuevas, lo que me hizo perder mucho tiempo. Luego, algunas personas de logística de Adidas/Panini/Estadio Azteca iban por ratos a exhortar a los que allí estábamos a ingresar al estadio, pues era ahí donde se estaba desarrollando el evento; naturalmente, nadie les hizo caso en ningún momento.
Continué intercambiando estampas hasta un punto en el que me desesperé, porque realmente estar revisando muchos conjuntos, muy voluminosos algunos, de "monas" (que es como les llaman en Colombia) Panini en poco tiempo es exhaustivo de verdad, de modo que entre receso, cigarrillo, receso y cigarrillo, determiné entrar al estadio, pues había escuchado que ahí, como parte del evento, las estaban vendiendo. "Chingue a su madre", pensé, "ya aunque me gaste unos cien, ciento cincuenta varos, pero termino de llenar esta madre y me voy a comer".
Craso error.
La misma gata, nomás que revolcada.
Tuve que darle el rodeo inmenso que supone ir de la Puerta 1 a la Puerta 3, para encontrarme el mismo espectáculo, intercambio en anarquía total (porque hay que decirlo, la logística fue un asco bárbaro), y mi "Chingue a su madre", se convirtió en un "chingué a mi madre", por la pinche vuelta que si para llegar a lo mismo.
Resignado, reanudé mi labor, eran como las cuatro de la tarde, estaba haciendo un sol con algo de madre, y como ahí en la explanada de la Puerta 3 (no entré a la cancha en ningún momento) no hay ni un tejabán ni nada para guarecerse del sol, pues asándome estaba también.
En un momento dado, varios sujetos con un número importante de cromos, estaban puestos (como una versión vernácula de los mercaderes del Atrio de los Gentiles, los cuales fueron expulsados por Jesús según el Santo Evangelio), sobre las banquetas, vendiendo TODAS las estampas. Padres fastidiados, madres acaloradas, y yo, estábamos formados, a la espera de ser atendidos por alguno de aquellos agiotistas de la memorabilia (¡30 pesos por el escudo de la Selección Mexicana! ¡No mamar!).
— Wey, me hacen falta 20, pero tengo como 200 repetidas; te las doy todas y me das las que me faltan, ¿qué tal?
— Me late, pero mejor te doy mi número y en la semana te veo, ahorita tengo un chingo de gente (la fila era como de quince personas).
¿En la semana? mierda, si apenas tuve tiempo de darme una escapada hasta allá, casa de la chingada, desde donde resido, que también está bien-pinche-lejos. Impossibru.
"En la hora de la angustia y de luz vaga..." Borges. "El Golem".
Como si fuera yo una olla express, por el calor, la sofocación y la presión, con un plus de hambre y sed, estaba pasadas las cinco de la tarde. "A chingar a su madre Panini, Adidas, el Azteca, y el montón de usureros de mierda que están lucrando con este lindo pasatiempo", dije, y me largué, faltándome dieciocho cromos para acabar de llenar, y ciento noventa repetidos. De regreso a la Puerta 3, rumbo al Tren Ligero, vi a un señor, con un niño pequeño, que iban al lugar de donde venía yo. "Señor", le dije...
50 pesos después (sí, le di mi resto por un tostón) iba yo, en la estación Registro Federal, con un nido de víboras en el estómago (digo eso como una analogía del hambre tan cabrona que traía) y pensando, primero, a qué pinches horas iba a llegar a comer a mi restaurante preferido (por ahora), el buffet "La Isla del Dragón", que está en República de Brasil, y después, a qué pinches horas iba a llegar a mi casa. Una hora, dos "Dos Equis Lager", tres platos de Camarones Teppanyaki y cuatro cigarrillos fueron suficientes para llegar a casa, sano y salvo, para contarles a ustedes cómo fue que me fue en el intercambio de Panini.
De todos modos, ni lo completé.
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