martes, 11 de agosto de 2015

Lo maravilloso que es trabajar para alguien.



Tengo muchos amigos que trabajan en empresas y son muy felices (o por lo menos eso aparentan) en ello. Trabajan de lunes a viernes, o de lunes a sábado en un horario regular, o sea, no pueden laborar fuera de ese horario; procuran no llegar tarde ni irse demasiado temprano para causar una buena impresión en sus jefes.

Comen a una hora determinada y por un tiempo controlado, si lo hacen por más tiempo les llaman la atención, si lo hacen en menos tiempo les sobra un poco para usarlo en lo que quieran (que usualmente son las redes sociales) y tampoco pueden variar el momento en que pueden comer, es decir, no pueden comer cuando tienen hambre.


 Si tienen una contingencia tienen que meterse en un problema para que los dejen atenderla, tienen que esperar a que su superior les ponga una mala cara y les diga de mal modo que salgan a controlar esa emergencia. Dos veces por año tienen algunos días libres, pero no más de la cuenta, y siempre en los mismos períodos que son el verano y el fin de año.

Comparten durante toda su jornada laboral el espacio en el que desempeñan su trabajo con personas que están allí de manera circunstancial, es decir, no pudieron elegir ni decidir con qué personas trabajar, por lo tanto probablemente son personas que no les agraden, pero no pueden manifestar ese desagrado porque romperían el “excelente ambiente de trabajo” que seguramente presume su empresa, de modo que sobrellevan la convivencia con esas personas a través de conductas hipócritas, como sonrisas forzadas o frases indirectas, cosa que a la larga resulta peor para todos.

Muchos de estos amigos están trabajando en empresas realizando labores que quizá no les gustan mucho, aunque la mayoría me ha dicho que sí les gusta lo que hacen, pero yo por alguna razón no les termino de creer del todo. Siempre están pensando que podrían estar en un mejor lugar, haciendo más y mejores cosas, pero no se mueven de donde están porque si lo hicieran perderían el salario seguro que les pagan o perderían la oportunidad de poder adquirir un crédito para una vivienda, razones de peso para ellos, según he escuchado de sus propias bocas.

De este modo tenemos que, debido a que hacen cosas que no les gustan, tratan de evadirlas de la mejor manera posible, simulando que están muy ocupados, inventado mejores maneras de retrasar sus pendientes para poder hacer cosas que los entretengan y les haga matar minutos, o de plano escondiéndose para que no vean que no están haciendo nada, y aunque no se sienten bien haciéndolo, lo hacen de todos modos porque un día más les garantiza que recibirán un pago seguro.
Estos amigos míos me han dicho que son muy felices de esperar un día a la semana a que les hagan una transferencia de dinero a sus cuentas de nómina, aunque se pasen ese día mordiéndose las uñas de la desesperación que les causa que a veces retrasen unas horas el pago, es que esa gente de Recursos Humanos está ocupada en tan importantes asuntos que a veces se les olvida depositarles a mis amigos a tiempo.

También me han contado que son muy felices aunque se pasen todo el día sentados, moviéndose muy poco y comiendo todo lo que les lleguen a ofrecer los vendedores de dulces que a veces dejan entrar a las oficinas, ¿qué más le pueden pedir a la vida? ¡Les llevan los dulces directamente a sus cubículos! ¡No tienen necesidad de bajar escalones ni nada de eso! Y aunque no tengan tiempo de realizar actividades físicas, porque cuando terminan su jornada están tan agotados que solamente quieren llegar a su casa a quitarse los zapatos y ponerse sus pantuflas, ellos son felices porque, llueva, truene o relampaguee, recibirán su sueldo el viernes en la tarde.

La mayor ventaja de mis amigos es que como les pagan los viernes por la tarde, de vez en cuando se dan sus escapadas a algún bar cercano a su trabajo, ya que tienen dinero, y pueden tomarse una cervecita o dos con sus amigos, comentando las cosas que vieron durante el día, cosas del trabajo, lógicamente. Sin duda es algo súper entretenido, pero tampoco pueden excederse, porque el sábado deben presentarse a buena hora a matar cinco horas hasta las dos.

Cuando converso de estas cosas con mis amigos, y me dicen lo contentos que están en sus trabajos en empresas, trabajando para enriquecer a otras personas, siento envidia de ellos y sus maravillosas vidas, pero luego recuerdo que yo también pasé por eso, y de forma casi mágica, se me quita.

Bien raro.

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