jueves, 13 de agosto de 2015

Mi primer empleo.




Pero la mayoría de las veces la realidad es que el primer empleo apesta.

El primer empleo no es uno en el que necesariamente entres a la estadística de la Población Económicamente Activa del país, simplemente con que tengas la obligación de asistir aunque haya cosas más divertidas que hacer, con eso, ya cuenta como un empleo.



En mi caso, debí trabajar porque en casa no tenía los medios suficientes para continuar estudiando la preparatoria, por lo tanto debó tomar un trabajo a medio tiempo los fines de semana para costear los pasajes de la semana.




¿Cómo lo conseguí? A través de un contacto, a través de una persona que conocía, que le dijo a otra que conocía que me ayudara, de modo que la primera lección que aprendí en ese sentido fue que los contactos son imprescindibles para obtener respuestas rápidas y buenas. En este caso el empleo era importante porque sin él no iba yo a la escuela, a pesar de ser un empleo de medio tiempo. Era importante a su manera. Quizá aquí muchas personas podrían decir que no, que uno solo puede colocarse en una posición por su propio trabajo, y es cierto hasta cierto punto, pero, ¿a cuántas personas conoces que solas, sin ayuda de absolutamente nadie, sin un empujón, un apoyo, una ayuda, hayan levantado? Yo a ninguna, a decir verdad, y mis otros trabajos fueron muestras de ello.



Regresando al tema, ¿qué era ese primer empleo mío? Trabajaba en una tienda de abarrotes, de 16 a 20 los viernes y sábados, domingos de 9 a 13, a quince pesos la hora, sacando un total de 180 pesos por los tres días, lo justito para trasladarme a la escuela (en 2009). La mayor parte de esas cuatro horas las pasaba rebanando jamón y empaquetándolo para su venta a granel (si has comprado jamón en una tienda te habrás percatado de cómo se tardan en despacharlo. En donde trabajaba, ya se tenía rebanado para despacharlo rápidamente, eso era lo que yo hacía), pero igual hacía otras cosas, lo propio de una tienda de abarrotes. Aunque no recuerdo cuánto tiempo duré allí, tengo la certeza de que no fue mucho, o sea, ni seis meses, pero fueron suficientes para aguantar en la escuela en un momento difícil y para darme una noción de lo que significa trabajar.



Después de eso estuve como cualquier estudiante que no trabaja hasta el momento en que salí del bachillerato, casi una semana después entré a trabajar a una empresa de transporte, como office boy. Era un trabajo que me gustaba porque hacía pocas cosas, estaba mucho tiempo en la calle y cuando estaba en la oficina me la pasaba en Facebook, y me pagaban por ello, ¿cuál era el secreto? Que esa empresa (que no sé si exista aún) es propiedad de un hermano de mi papá, y de ese modo fue que entré allí, otra vez el poder de los contactos manifestándose.



Allí estuve como unos cinco meses más o menos, debido a que en ese tiempo estaba por entrar a la universidad y mi tío me dio a elegir, o su trabajo o la escuela. Hasta el día de hoy sigo mentándole la madre y me caga referirme a él como mi tío.



Al mes me salí a buscar trabajo, un trabajo que estuviera fuera de cualquier contacto (¿qué contactos puede tener un estudiante de preparatoria que no se ha dedicado a construir, precisamente, una red sólida de contactos y amistades que puedan ayudarle y que hasta ese momento se había dedicado a hacerse el estúpido en Facebook todo el día?), de modo que por primera vez vi una escena que odié desde el primer momento y que aún odio, que es la de un barrio industrial, con desempleados afuera de las puertas de las empresas, esperando su turno para solicitar trabajo, probablemente conozcas a qué me estoy refiriendo.



Recalé en una fábrica, estaba a media hora de ser un obrero más, cuando se percataron de que tenía una carta de recomendación de dos semanas antes, avalando que había estado trabajando por dos años y medio como auxiliar administrativo en una empresa de transporte (a pesar de que no había estado ni medio año, pero otra vez los contactos, en este caso, la secretaria del hermano de mi papá, que me hizo el favor de ponerme ese tiempo de laborar), de modo que me pusieron como responsable de un pequeño almacén de refacciones. Había tenido suerte, y estaba en una posición mejor a la de cualquier obrero, sobre todo porque volvía a estar en un escritorio con una computadora en frente, y lo mejor, que tenía internet.



Las costumbres pueden convertirse en buenos hábitos o degenerar en vicios, y es difícil tanto crear el buen hábito como erradicar el vicio, y en mi caso el vicio de perder el tiempo en la internet me costó que me cambiaran de área en esa fábrica al cabo de cuatro meses, me iban a degradar a obrero, y antes de que eso pasara, renuncié sin miramientos. Este era otro trabajo en el que no hacía absolutamente nada, me la pasaba fumando en el baño o en el Facebook (en ese tiempo fue cuando probé Twitter por primera vez) y más de una vez me metí en problemas por ello, aunque también allí descubrí lo mucho que me gustaba interactuar con personas por teléfono, debido a que ciertas atribuciones de ese trabajo implicaban que hiciera muchas y muy largas llamadas telefónicas, era lo único que hacía de buen grado.



Después de irme de allí, estuve otra temporada desempleado, ya para ese momento sabía que no quería volver a estar en una situación como la anterior, buscando trabajo en los parques industriales, creo que eso es para mí tocar fondo, de modo que bajo ese pensamiento estuve pensando en alguna solución, pero afortunadamente un contacto, esta vez de mi mamá, me ayudó a entrar en una constructora, con un sueldo bueno (por lo menos para lo que yo había estado percibiendo) y expectativas de crecimiento.



Lo odié al primer día, pero realmente necesitaba el dinero, de modo que estuve seis meses trabajando de siete a siete, con una hora de comida, llevando inventarios. Era un trabajo simple que me permitía volver a estar divagando en internet por lo menos seis de las once horas que trabajaba allí. De todos modos no estaba contento y si no hubiese sido por el hecho de que al cabo de seis meses me transfirieron a una obra en calidad de almacenista, hubiera tronado de forma muy desagradable. Esa nueva etapa laboral fue en la que mejor me fue en toda mi vida, pero en la que más cosas debó soportar con tal de obtener el buen ingreso que estaba recibiendo. No entraré en detalles de precios, pero en verdad nunca me había ido tan bien en cuestiones de dinero y en ese tiempo me daba la “gran” vida: Comía como un auténtico cerdo porque además de la comida que nos daban en la empresa (que no era para nada mala) yo diario compraba más para comer. Iba por lo menos dos días entre semana a echar chela y además los sábados que iba a la universidad (porque me dejaban ir a la universidad) era OBLIGADO de salir a algún bar. El precio a pagar en esta ocasión fue el de soportar a las personas más estúpidas, torpes, incompetentes, corruptas e intransigentes que he conocido en mi vida entera, quizá puede sonar como poca cosa, pero en verdad para mí fue muy pesado.



Ahora bien, ese fue el último trabajo que he desempeñado, y tiene dos años que lo dejé. ¿Por qué, si me pagaban bien y además me dejaban ir a la universidad? Porque no me sentía a gusto, no sentía que nada de lo que hiciera sirviera para algo, esa sensación a veces puede ser más nociva de lo que se puede creer, y siempre, sin excepción, que he estado trabajando para alguien más o para una empresa, ese sentimiento de inutilidad me ha acompañado.



Fue en ese tiempo, cuando estaba dejando mi último trabajo, que me sugirieron, ya que estaba percibiendo un salario bastante aceptable para un sujeto de 20 años que solo ha terminado la preparatoria, que me hiciera de ciertos activos para poder generar más recursos (activos que me siguen dando dinero hasta la fecha, pero ya en otro artículo hablaré de ello). Hasta ese momento yo nunca había pensado en ser independiente. A pesar de que nunca me había sentido a gusto, que siempre había sentido que estaba atrapado dentro de las empresas en las que he trabajado sin posibilidad de superarlo, por mi mente no pasó jamás la idea de juntar dinero e intentar trabajar de manera independiente. Agradezco a la persona que me sugirió eso, sin ese consejo yo estaría hoy siendo un Godínez más entregando su alma en una oficina de nueve a seis o algo así, lidiando con gente estúpida y pensando que mi vida se está yendo por un hoyo (y eso que sigo siendo soltero sin hijos).



De toda mi experiencia laboral, puedo sacar las siguientes conclusiones:



-    Los contactos sirven muchísimo, y pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte, casi.

-    Aunque trabajes en un lugar donde te paguen bien, si no te gusta, estarás pensando en maneras de evadir las responsabilidades implícitas en ese trabajo (imagínate ahora si no te gusta).

-    Trabajar para enriquecer a alguien más simplemente APESTA.



Como puedes observar, en todos los trabajos que te he mencionado siempre estuve perdiendo el tiempo, sin hacer nada por las empresas ni nada por mí mismo (ni siquiera estando casi todo el tiempo en internet, donde pude haber hecho cosas muy buenas para mi beneficio), buscando excusas y sintiéndome incómodo y frustrado. Eso no era bueno para mí, y estoy seguro de que estaría mucho peor si hubiese continuado por el camino de las empresas, en una espiral de decadencia personal.



Desde que estuve en mi primer empleo en la tienda de abarrotes hasta el último en la constructora (entre estos tuve un par de empleos que fueron tan malos e insignificantes que ni siquiera voy a mencionar aquí) pasaron alrededor de cuatro años, suficientes para darme cuenta de que el mundo laboral ortodoxo no es para mí. Hoy día estoy convencido de que lo ideal siempre será algo que emane de ti mismo y regrese a ti. Que tu propio esfuerzo y dedicación valgan para ti solamente, que no tengas que depender de nadie más que de tu propia persona, de tu propio cuerpo y tu propio cerebro, créeme que es mejor, es más sano y más gratificante también, el poder sustentarte por tus propios medios.



Debo reconocer que aún estoy aprendiendo muchas cosas en ese sentido, y que aún me falta muchísimo camino por recorrer, pero ya tengo en mis manos, en mi mente y sobre todo en mi corazón, que el camino que seguiré es el que yo mismo me voy trazando todos los días, y prefiero estar muerto a volver a checar tarjeta.

Nos leemos en otra entrada.

Tu amgo Dan Rojas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario